domingo, 25 de marzo de 2012

Furia Negra. Capitulos 1 y 2

I

La lancha avanza despacio entre la niebla, apenas podemos ver un par de metros más allá de la proa, pero ya estamos cerca. Aunque aún no acertamos a verla sabemos que la isla está ahí delante; sentimos su enorme mole, oímos las olas romper contra los acantilados. Ons. Una pequeña islita situada a la entrada de la ría de Pontevedra, como un parapeto natural contra las incansables embestidas del Atlántico. Una isla que sobrevive gracias a su atractivo turístico; miles de turistas la visitan a diario en verano para disfrutar de sus playas de aguas cristalinas y sus sendas naturales que recorren toda la isla de norte a sur. Y además tiene una playa nudista. Resumiendo mucho es lo que viene a decir el folleto que me he agenciado; también trae un pequeño mapa, que es lo más importante. Es la primera vez que la visito y no quiero perderme.
            Por desgracia no es una visita turística. El incidente comenzó hace tres días cuando se recibió una llamada por radio desde la isla, pidiendo ayuda e informando de graves disturbios por toda la isla. Después de eso, silencio absoluto tanto por radio como por teléfono. Ninguno de los barcos de pasajeros que hacen el trayecto a la isla desde Portonovo o Sanxenxo volvió ese día. Además una espesa niebla cayó sobre la desembocadura de la ría imposibilitando a las autoridades el obtener alguna información.  Al día siguiente se envió otro barco con agentes de la policía local y de la guardia civil; tampoco regresó ni hubo comunicación alguna por radio. Ayer se envió un pequeño contingente del ejercito desde la cercana base naval de Marín, durante todo el día no se supo nada de ellos y esta mañana se recibió una llamada de socorro de uno de los soldados que se interrumpió bruscamente.
Yo llegué en avión a Vigo hace cuatro horas; el señor J me quiere en esa isla para descubrir qué ha pasado y por qué y para ponerle fin, para ello cuento con la inestimable colaboración de dos individuos de rostro inexpresivo y grandes como armarios roperos, muy silenciosos. Parecen profesionales, mercenarios. Me estaban esperando en el aeropuerto con un cartel en el que tan solo había escrita una jota mayúscula, enorme. Muy sutil mi jefe, si señor.
- Creo que me están esperando a mí- le digo al que sostiene el cartel.
- ¿Le manda el señor Jericó?- Pregunta el que sostiene el cartel sin mover ni un músculo de la cara, es fascinante verle hablar.
- Efectivamente. Soy el señor Viento.
- Sí, ya nos dijo que tendría usted algún nombre curioso. Puede llamarnos Ojo y Mano.- dice señalando a su colega con la cabeza.
- Estupendo, pues una vez hechas las presentaciones, pongámonos en marcha. ¿Algo nuevo en las últimas horas?
- Me temo que no. Todo sigue igual que ayer- responde Mano. Increible, es igual de inexpresivo que su compañero, pero algo más alto.
Afuera espera un Hummer negro, montamos y repaso los datos disponibles hasta que llegamos a Porto Novo. Mis acompañantes no dicen ni una palabra. En el puerto tienen una lancha neumática preparada para salir de inmediato. Y al igual que yo, no tienen ni idea de lo que nos espera en la isla, pero parecen muy confiados. Yo no. Yo estoy acojonado. Si el señor J me ha hecho venir con tanta urgencia es algo malo, muy malo.
            De pronto, entre la niebla, aparece la silueta de la isla, como si de un gigantesco barco fantasma se tratara. Ojo apaga el motor y Mano saca un par de remos, toca hacer ejercicio hasta llegar a la orilla. Mal empezamos. Nos dirigimos lentamente hacia una minúscula playa situada al sur de la isla. Es la más alejada del pueblo y el último punto donde se puede desembarcar con relativa seguridad. Mientras no sepamos que es lo que ocurre en la isla es mejor no llamar demasiado la atención. La niebla que ha cubierto la ría durante estos días nos ha sido de gran ayuda para acercarnos sin ser vistos ni desde la isla ni desde la costa, pero ahora que empieza a anochecer es un peligro ya que dificulta la visibilidad, y eso en una zona donde hay grandes rocas afiladas a pocos centímetros de la superficie es un riesgo que no me gusta correr.
Por fin llegamos a la orilla y desembarcamos. En menos de dos minutos mis acompañantes han ocultado por completo la lancha en el interior de una cueva natural que hay en la playa. Muy competentes, profesionales. No se cuanto les pagan pero esta noche se van a ganar el sueldo con creces. A partir de aquí me toca a mí dirigir la operación, estoy emocionado. Saco el mini mapa del folleto, ellos tienen un mapa topográfico del ejército; por lo que veo la playita donde hemos desembarcado, “praia de Fedorento” pone mi mapa, está bastante cerca del campamento que tiene aquí instalado la Xunta de Galicia. Es un campamento de verano para chavales y será por ahí por donde empecemos a investigar.
- Mejor comprobar primero los puntos secundarios antes de dirigirnos al pueblo, llamaremos menos la atención. Mis compañeros se limitan a asentir con la cabeza mientras preparan sus armas.- Y espero que no lleguemos a necesitar nada de eso.
- Ya, yo también.- Dice Mano, el más alto de los dos- pero mejor estar preparado.
De la enorme bolsa de lona que llevábamos como único equipaje en la lancha están sacando dos pequeños rifles de asalto automáticos- Alemanes, lo mejor del mercado- dice Ojo. A continuación abre un pequeño maletín y saca dos glock negras con sus correspondientes miras láser y sus silenciadores, cogen una cada uno y por último Ojo se cuelga del hombro una bolsa de lona negra alargada. Veo que ambos llevan colgados del muslo sendos cuchillos de las fuerzas especiales, hoja negra y filo dentado en su último tercio. Ya es seguro, son profesionales.
- Tenga, esta es para usted- dice Ojo alargándome otra glock idéntica a las suyas- ¿sabe como se maneja?
- Sí. No es la primera vez. Gracias.- digo mientras me la guardo en un bolsillo de la cazadora. Espero no tener que usarla.
Dejamos atrás la playa y nos incorporamos a uno de los múltiples senderos que recorren la isla. Nos movemos en silencio, mis dos acompañantes parecen sombras danzantes y casi no consigo distinguirlos con esta extraña niebla; a su lado yo soy como un elefante en una cacharrería. Avanzamos durante unos minutos por el sendero en dirección norte, hacia el  pueblo, hasta que encontramos el desvío que conduce al campamento, hacia el este.

II

Tardamos apenas un minuto en llegar a la zona del campamento, se vislumbran las siluetas de las tiendas de campaña, pero está todo muy silencioso. Incluso para ser por la noche, estamos en un campamento de verano para chavales, debería haber algo de ruido; como mínimo deberíamos oír cuchicheos, susurros, ronquidos, algo. Seguimos avanzando y al llegar a la primera fila de tiendas descubrimos el motivo de tanto silencio.
- ¡Joder! No puede ser. Esto no puede ser real. ¿Pero que cojones ha pasado aquí?- Pregunta Mano, visiblemente alterado. Yo también me pregunto lo mismo.
Lo que ha pasado es inconcebible. Una carnicería. Una maldita carnicería. Los cadáveres de los chavales están por todos lados: dentro de las tiendas, sobre ellas, en los caminos, incluso hay un montón de ellos amontonados y quemados. Es doloroso observar esta locura, esta devastación.
Lo peor viene al realizar una inspección superficial de la zona. Es horrible y me cuesta creerlo. Han sido ellos mismos; se han matado entre ellos. Algunos de los cadáveres aún conservan piedras y cuchillos en las manos, algunos otros tienen la boca ensangrentada; imagino que los que no encontraron ningún arma utilizaron sus dientes para desgarrar los cuellos que podían, pero ¿por qué?, ¿Qué clase de locura induce a un chaval a matar a sus compañeros de un modo tan salvaje?
- ¡Ay! ¡Me cago en la puta!- El grito viene del otro extremo del campamento, es Mano, de nuevo- ¡Pequeño cabroncete! ¡Eh, aquí hay uno que aun esta vivo!
Entre la niebla es difícil orientarse pero consigo abrirme paso entre las tiendas y llego hasta el lugar donde está Mano.
- ¡Mirad a este pequeño mamón! Cuando le he visto he venido corriendo para ayudarle y por poco no me atraviesa la mano con la navaja- dice mientras nos muestra una pequeña navaja suiza multiusos.
- ¿Qué le has hecho?- pregunto. No me fío demasiado de él.
- ¡Nada, joder! Tal vez se asustase al verme correr hacia él, no se. Pero no le he hecho nada. Por cierto, está muy malherido.
Tiene razón, el crío tiene una herida muy fea en el abdomen, sangra mucho. Esta muy pálido y tembloroso. Se está muriendo. Me quito la cazadora para cubrirlo y darle algo de calor, pero cuando me agacho, salta hacia mí con los brazos extendidos y la boca abierta; va a por mi cuello. Por suerte le fallan las fuerzas. Es espeluznante, está al borde de la muerte y aun así intenta atacarnos, no defenderse, atacarnos. Se me ponen los pelos de punta. Los enrojecidos ojos del chaval se van apagando lentamente y muere. No debía tener más de diez años.
- Bueno, señor Viento. ¿Alguna explicación para lo que ha pasado aquí?-pregunta Ojo- Porque esto es peor que todo lo que yo haya visto. Y mire que he visto cosas en mi vida.
- No tengo ni idea. Pero para eso estamos aquí, para descubrirlo.
- No señor Viento, no se equivoque. Nosotros estamos aquí para ponerle fin a esto, esta noche. Antes de que el ejercito decida hacer limpieza en la isla. Si tiene usted tiempo averigüe que es lo que lo ha provocado, pero esa no es nuestra prioridad.
- ¿Qué quiere decir con que el ejercito haga limpieza?
- Que si mañana siguen sin noticias de la isla mandarán otro equipo. Pero este con una misión muy concreta, quemarán toda la isla.
- Pero no pueden hacer eso. ¿Y la gente? Además esto es un espacio natural protegido.
- Eso al ejército se la suda. En cuanto a la gente, llevan tres días sin datos que indiquen que aquí  queda alguien con vida.
- ¡Pero no lo saben con certeza!
- Da igual. El ejercito y el gobierno no se van a arriesgar a un posible ataque terrorista.
- ¿Qué? ¿Un ataque terrorista, aquí, en Ons? Tiene que ser una broma. ¿Qué clase de objetivo ridículo es Ons para un ataque terrorista?
- A mi no me lo pregunte, le digo que eso es lo que va a ocurrir mañana. Así que tenemos menos de diez horas para acabar con lo que demonios haya provocado esto, buscar supervivientes y salir de aquí cagando leches.
Joder, otra vez metido en mierda hasta el cuello. Gracias Jericó.
- De acuerdo. Tenemos que darnos prisa, así que vamos a dejarnos de chorradas y vamos directamente al poblado.

Fuego y Lluvia. Capitulo 1

FUEGO Y LLUVIA

I

            Se oyen sirenas a lo lejos, dirigiéndose hacia el pueblo. Es un pueblo pequeño, tan pequeño que no tiene cuartel de bomberos ni de policía, que son los que se ahora se aproximan a toda velocidad haciendo sonar las sirenas de sus vehículos. Pequeñas casas blancas de una o dos plantas repartidas en dos calles transversales y en el cruce de ambas calles, la plaza del pueblo. De allí es de donde sale el humo. Cuando llegan los coches de la policía local y el camión de bomberos, todo el pueblo se halla congregado en la plaza, contemplando el incendio. Las llamas tienen más altura que algunos de los edificios circundantes, lo cual resulta curioso, ya que el fuego en si no es demasiado grande.
            Los agentes de policía apartan a los vecinos y comienzan a acordonar la zona, entretanto los bomberos se apresuran con las mangueras a apagar el fuego, que parece no querer ceder bajo la fuerza del agua. Una vez apagado el incendio los bomberos se acercan para intentar averiguar el motivo por el cual se originó. Cuando ven los restos se miran horrorizados y llaman con urgencia a los agentes.
            Mientras comienza a chispear, el grupo de bomberos y policías rodean los restos del incendio, uno de ellos se acerca corriendo a uno de los coches patrulla y vuelve con una manta. Se apresura a extenderla por encima de los restos del incendio. Se trata del cadáver carbonizado de un hombre. Está desnudo y a su alrededor hay abundante ramaje quemado.   
            La lluvia empieza a cobrar intensidad y los agentes de policía comienzan a hacer preguntas a los vecinos del pueblo. Aunque acaban de ser testigos de una tragedia ninguno de ellos recuerda haber visto nada, todos llegaron una vez iniciado el incendio;  y no, no saben quién puede ser el fallecido. En sus rostros no se refleja el dolor sino el alivio y en muchos casos, la alegría. Al ser preguntados por ello sonríen abiertamente y responden que es por la lluvia. Llevaba más de veinte años sin llover de esa manera en el pueblo.
            La tierra se empapa, las plantas extienden sus hojas para recibir el agua, esa agua milagrosa que ahora cae torrencialmente. Ni los más viejos del lugar recuerdan que nunca haya llovido de esa manera en el pueblo. El agua corre por las calles libre para circular, entra en jardines, en campos y en casas. Nadie parece preocupado. Los vecinos en la plaza abren los brazos y comienzan a rezar una extraña oración mientras levantan el rostro al cielo, totalmente empapados por la lluvia. Lluvia salvadora, que traerá de nuevo vida y esperanza a un pueblo moribundo desde hace demasiado tiempo.
           
            Por una de las carreteras que sale del pueblo camina despacio un hombre. Alto, ancho de espaldas, lleva la melena gris cayéndole libre sobre los hombros, tiene la barba del mismo color, muy cuidada y una cara en la que destacan por encima de todo unos ojos de un azul muy claro, casi blancos. El hombre va vestido con unos vaqueros raídos y una camiseta blanca sobre la que lleva una vieja camisa vaquera abierta y cayendo por fuera de los pantalones. Calza unas gastadas botas marrones de estilo militar y lleva a la espalda un macuto de deshilachada tela marrón del mismo estilo. Lleva ambas muñecas llenas de pulseras de cuero y de cuentas. Pero lo que más llama la atención son los tatuajes de los antebrazos; en el derecho un relámpago que parece brillar con luz propia bajo la lluvia y en el izquierdo una rueda antigua, de carro, que por efecto de las luces y sombras del atardecer parece girar continuamente. El hombre sonríe alegremente mientras se aleja del pueblo bajo la lluvia, va tarareando una cancioncilla entre dientes. Al oír un sonido en lo alto, levanta la vista y, soltando una carcajada, saluda con la mano a una enorme águila que cruza el cielo tormentoso mientras continúa caminando, alejándose del pueblo. Dirigiéndose al siguiente.  

dos principios y una duda

Han pasado unos cuantos meses en los que he estado bastante ocupado entre el trabajo y la niña, es lo que tiene ser padre, tu tiempo libre ya no es para ti sino para la peque, aunque yo estoy encantado de que sea así.
De todos modos no ha sido un periodo de inactividad total en lo tocante a la escritura. He empezado a escribir dos relatos, aun no se que longitud tendrán, eso serán ellos quienes me lo vayan diciendo. El problema es que solo tengo el inicio de los dos y me encuentro algo atascado, se hacia donde deberían avanzar y mas o menos como deberían acabar ambas historias, pero la falta de tiempo y de "inspiración" hacen que me haya estancado ahí y no consiga avanzar con ninguna de las dos.
Os pongo lo que llevo escrito de cada una y, si alguien las lee; agradecería que me dijerais cual creéis que debería continuar escribiendo en primer lugar.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Os Lobos de Montes. Capitulos 12 y 13.

XII

Es aún más terrorífico que la primera vez que lo vi. Tiene el pelaje sucio, con innumerables costras de barro y sangre pegadas por todas partes; le falta parte de la oreja izquierda y tiene una fea cicatriz consecuencia de un zarpazo recorriéndole la cara, parece que finalmente su madre tuvo que emplearse a fondo. Lo único que no ha cambiado en absoluto son esos ojos negros, son como un pozo a la locura de su mente. Se acerca lentamente, se acuerda de mí, sabe que conseguí escapar y no parece dispuesto a dejar que se repita. Me llevo la mano al cuello y saco el amuleto para que lo vea y lo huela. Se detiene por un instante y luego continua su lento avance hacia mi como si nada. Es por el viento, lo tiene en contra y por eso no lo huele, pero debería verlo. Tendría que ser suficiente; incluso aunque no lo viera debería sentirlo, es algo mágico, no físico. A menos que me hayan engañado. El lobo sigue avanzando, fauces abiertas, labio superior retraído; se dispone a atacar de un momento a otro. ¡Me cago en la puta! ¡Me ha mentido! ¡El muy cabrón me ha mentido a la cara y se ha quedado tan ancho! Si salgo de esta le voy a patear su culo peludo desde aquí hasta su puta casa. Si salgo de esta. Tengo al lobo a escasos metros de mí, puedo incluso oler su aliento apestoso a sangre y carne en descomposición, los restos de su última comida.
            Salta hacia mí con las patas delanteras extendidas y abriendo las fauces. En ese momento disparo sin pensar, no se hacia donde, no me ha dado tiempo de apuntar. El lobo suelta un gemido y cae al suelo. Me doy cuenta de que estoy conteniendo la respiración  y suelto todo el aire en un suspiro de alivio, pero el lobo empieza a incorporarse de nuevo y un gruñido gutural y salvaje, de rabia, me hiela la sangre en las venas. Mientras se da la vuelta lentamente y cojeando ligeramente de la pata delantera izquierda echo a correr monte arriba intentando encontrar a Arturo. No está por ningún lado, el muy cabrón. Miro hacia atrás y lo tengo pegado a mí; me tiro al suelo en el instante en que lo veo saltar y desde el suelo veo como pasa sobre mí. Disparo dos veces más mientras el lobo aterriza a cinco metros de mí. Fallo estrepitosamente, cegado en parte por el polvo y la hojarasca que acompañaban al lobo durante el salto. Me incorporo y sigo corriendo, esta vez en zigzag, recuerdo haber visto algún documental donde los conejos conseguían escapar de los lobos corriendo de esta manera; claro que los conejos son más rápidos al sprint que los lobos y eso también influye. Yo no soy tan rápido como este monstruo ni de lejos, lo comprendo cuando noto como una de sus zarpas impacta en mi costado lanzándome por los aires varios metros. Aterrizo entre unos arbustos más altos que yo. Creo que me ha roto varias costillas, me cuesta respirar y escupo sangre; eso no es buena señal. Asoma la cabeza entre los arbustos y en ese momento, como no se me ocurre otra cosa, le escupo toda la sangre que tengo acumulada en la boca cegándolo momentáneamente; me lanza un bocado a la desesperada que consigo esquivar de milagro y le respondo con una patada en el hocico. Lanza un gañido de dolor y se retira; aprovecho para incorporarme como buenamente puedo y echo a correr. Bueno, lo intento, porque mis costillas no me dejan, así que voy renqueando monte arriba y cada vez me cuesta más respirar. Estoy jodido.
            Ahí viene de nuevo. Oigo su respiración entrecortada mientras se acerca, creo que al menos le he herido. Bien. Que se joda. Encima no se lo iba a poner fácil. Cuando lo veo venir entre los arbustos levanto el brazo y... no tengo nada. ¿Dónde coño está mi arma? Me cago en…Un momento, ya recuerdo, la tengo en la otra mano, se me cayó al golpear con los arbustos en mi caída y no se como conseguí recogerla al salir de allí. La cambio rápidamente de mano mientras veo como sus fauces se lanzan hacia mi cuello, todo ocurre a cámara lenta, me echo hacia atrás y disparo mientras caigo, veo como un chorro de sangre sale por la parte posterior de su cuello y caemos; yo contra el suelo pedregoso y el lobo encima mío. Joder como pesa, me está aplastando, esto no va a beneficiar en nada a mis costillas rotas. Intento pedir auxilio pero no consigo reunir aire suficiente para gritar. El lobo empieza a moverse, maldición ¿no te vas a morir nunca maldito engendro? Trata de incorporarse sobre sus patas delanteras, pero no le responden, creo que el disparo le ha destrozado la columna, pero solo es cuestión de tiempo que se recupere, ahora intenta girar su descomunal cabeza para acercar sus fauces a mi cara. El muy hijo de perra quiere acabar conmigo como sea, pues no le voy a dar esa satisfacción; tengo el brazo atrapado entre nuestros cuerpos y apenas puedo moverlo pero empiezo a desplazarlo muy despacio hacia fuera mientras el mueve lentamente la cabeza. Parece una carrera a cámara lenta, su cabeza contra mi brazo. La carrera de la muerte, por suerte la gano yo. Saco el brazo, lo apoyo fuertemente contra su cabezota y disparo. Una lluvia de sangre y sesos me salpica por completo el rostro, el pelo, el cuello, todo. Cada vez me cuesta más trabajo respirar; levanto el brazo y disparo al aire. Vacío el cargador y rezo por que alguien, hombre o lobo, oiga los disparos.

XIII

            No se cuanto tiempo llevo inconsciente cuando me despierto, muy lentamente, entre una especie de bruma que lo cubre todo. Mi cerebro parece gelatina y mi cuerpo un saco de boxeo, me duele todo; me duele hasta pensar. Intento incorporarme pero desisto rápidamente lanzando un gemido de de dolor. No sé donde estoy, aun no veo con nitidez, pero el sitio me resulta familiar.
- Por fin despertaches rapaz. Xa comezabamos a preocuparnos.- Vale, ya se donde estoy, esa voz de cazalla con ese tonillo de sorna soterrada son inconfundibles.
- Hola doña Basilia. ¿Cuánto tiempo llevo aquí?
- Que educado. Non te preocupes rapaz, solo levas aquí dende onte pola tarde.
- No he entendido nada, aun me duele horrores la cabeza.
- Tsch. Digo que llevas aquí desde ayer por la tarde. Tuviste suerte de que te encontrara la familia de Arturo.  Si te hubieran encontrado los otros, los cazadores, ahora estarías en un buen lío.
- ¿Qué tuve suerte dice? Me han mentido, me han utilizado como señuelo, casi me mata esa bestia, pero he tenido suerte. No me joda, señora.
- Aun estas vivo ¿no? Y además no vas a tener que responder a ninguna pregunta incomoda del estilo de que hacías en medio del monte junto al cadáver de un chaval de doce años con un disparo en la cabeza y otro en el cuello. ¿Te parece poca suerte?
- Bueno, visto así, no ha ido mal la cosa. ¿Y los Breogan? ¿Cómo están?
- Lamiéndose las heridas. Esos puñeteros aldeanos consiguieron acercarse demasiado; se untaron el cuerpo y las ropas con una mezcla que ocultaba su olor. Se dieron cuenta justo a tiempo, pero tuvieron que hacer una maniobra de distracción para darle tiempo a usted de acabar con el pequeño Clutos.
- ¿El pequeño Clutos? Ese hijoputa monstruoso casi me mata.
- Casi. Y usted lo ha matado a él. Creo que ya están en paz. Y el pobre muchacho no se merece que hable así de él, no pienso permitírselo, lo que ha ocurrido no es culpa suya.
- No, es culpa de su familia por permitirlo. Deberían haberlo matado cuando nació, si sospechaban que esto podría suceder, tendrían que haberlo hecho.
- Es fácil hablar así cuando no tiene usted que tomar esa decisión. Pero dígame, si fuera su hija, ¿sería capaz de hacerlo?
            Me vienen a la memoria imágenes de mi pequeña, tan dulce e inocente, con esos ojazos que parecen iluminar el mundo, que no quieren perderse nada, esas manitas inquietas…
- No. No podría, tiene razón. Le pido disculpas.
- No es a mí a quién debe pedírselas sino a ellos. Han perdido a uno de los suyos y varios han resultado heridos en el enfrentamiento con los cazadores. En cuanto se encuentre un poco mejor debería ir a verlos.
- Sí, es cierto. Pero aun estoy hecho polvo. Clutos me partió varias costillas y me ha dado una paliza soberana.
- ¡Bah! Tonterías. Ya me estoy ocupando de eso, creo que esta noche ya podrá levantarse y mañana estará como nuevo. Ahora tómese esto y descanse.- dice alargándome un tazón lleno hasta el borde de un liquido verdoso.
- ¿Qué es? ¿Me curaré con esto?- Aun no me fío demasiado de la bruja.
- Claro que sí, es caldo de grelos, la mejor medicina que hay por estas tierras- y suelta una carcajada que me da escalofríos.  

            Al día siguiente estoy recuperado, prefiero no preguntarle a la bruja como lo ha hecho, así que voy a ver a Arturo y a su familia. No es fácil, pero tengo que hacerlo. Me han mentido y me han utilizado como verdugo y casi muero por culpa de sus mentiras. Quiero saber por qué. También quiero que me expliquen que cojones pasó allá arriba con los cazadores, como es posible que se acercaran tanto sin que se dieran cuenta. Y que ha pasado con Clutos. Y que va a pasar con las batidas de caza, que pasará con la gente.
            Finalmente consigo respuestas, pero ninguna satisfactoria. Me necesitaban para matar a la bestia porque sabían que ellos no serían capaces, Arturo sabía que no tendría fuerzas para repetir lo que tuvo que hacer con su hermana. El colgante sirve tan solo para identificarte como aliado de los cambiapieles, pero no es un amuleto protector, me lo dijeron solo para darme algo de confianza. Y los cazadores; los cazadores no recordaran nada, de eso se encarga la abuela Basilia, en el fondo esa mujer me da más miedo que los lobos, ¿Cómo sabía que tengo una hija pequeña? Al final no caí en preguntárselo.
            Dejo atrás Soutelo de Montes y en pocos kilómetros habré salido de Terra de Montes, una de las zonas más bellas de Galicia. Sus pueblecitos, sus gentes, sus bosques y prados, no creo que los olvide nunca. Tampoco olvidaré que es el segundo sitio donde casi pierdo la vida.
            Voy subiendo hacia el alto del Paraño, el puerto de montaña más cercano, que me llevará lejos de aquí, hacia Orense y luego a casa. Las echo de menos, a las dos. Mucho más de lo que creía.
            Suena el teléfono, un mensaje. Del señor J. Mierda, más trabajo, este hombre no entiende que los demás necesitamos desconectar del trabajo de vez en cuando. Dice algo sobre varios pueblos donde han aparecido cuerpos quemados, no entiendo el resto del mensaje, solo consigo medio entender la última palabra, tarabis, taranis, tarapis, algo así. Sea lo que sea tendrá que esperar unos días. Necesito acabar de recuperarme y ver a la familia.


FIN

lunes, 14 de noviembre de 2011

Os Lobos de Montes. capitulo 11

XI

- ¿Qué?- Esto es demasiado, no puedo dar crédito a lo que acabo de oír.- ¿Cómo que matarlo? No puede hablar en serio.
- Totalmente en serio. Si queremos acabar con esta carnicería sinsentido tenemos que acabar con él cuanto antes.- El viejo se vuelve y emprende el regreso hacia la casa; se va desabrochando la camisa. Empiezan a caer las primeras gotas de lluvia.
- ¡Pero es su nieto!
- Lo era. No te equivoques; ahora no es más que un depredador terrible que matará todo lo que pueda hasta que alguien acabe con él. Y ese alguien debemos ser nosotros, para mantener nuestro secreto a salvo.
- Dios mío, lo dice en serio. Va a sacrificar a su sangre para que su secreto continúe siéndolo.
- Mira, a ti te parece algo horrible, para mi es un sacrificio necesario. No acabas de entenderlo, esa bestia ya no es mi nieto; si le dejara me mataría. Otros como él son los que han dado origen a las leyendas de los hombres lobo. Monstruos salvajes devoradores de hombres. Pero esas leyendas ahora son cuentos para niños y es mejor que siga así. ¿No te das cuenta? Si se supiera que existimos realmente, cundiría el pánico en la zona. Y después el odio. Nos harían la vida imposible. Tendríamos que huir continuamente para evitar que acabasen con nosotros y no podríamos cumplir con nuestro propósito. Sería una desgracia horrible para la humanidad si finalmente no estuviéramos nosotros para enfrentarnos a la oscuridad.- Estamos llegando a la casa y mi acompañante ya está totalmente desnudo.
- Pero, aún así…
- Nada de peros. Es necesario hacerlo. Cuando me transforme sube a mi espalda y agárrate con fuerza, te llevaré.
            Antes de que pueda replicar nada cambia de forma con una facilidad pasmosa y tengo ante mí a un enorme lobo gris, bastante más grande que sus parientes; se nota que es el jefe del clan. Me fijo en la multitud de cicatrices que recorren su cuerpo bajo el pelaje, no las ví cuando era humano, pero supongo que estaban ahí. El lobo se acerca a mí y se sienta, me hace un gesto con la cabeza, quiere que suba.
- Esto es totalmente absurdo- le digo al lobo- no entiendo de que voy a serviros yo en esto. Soy un tío normal, no puedo transformarme en nada y ahora mismo estoy acojonado porque estoy hablando con un lobo  que seguramente es el doble de alto que yo.
            El lobo frunce ligeramente el ceño y vuelve a mover la cabeza. Está claro que no va a aceptar un no por respuesta, así que subo a su grupa, o espalda, o lo que sea y me agarro al pelaje con todas mis fuerzas. No es suficiente. Casi me caigo cuando emprende la carrera; tiene una aceleración brutal y en carrera su velocidad es muy alta, mucho más que la de un lobo normal, más que la de cualquier animal que conozca. Tengo que agarrarme con todas mis fuerzas a su pelaje mojado por la lluvia, y me inclino sobre su lomo cuando una rama baja está a punto de arrancarme la cabeza. Empiezo a rezar para que el lobo se acuerde de que me lleva a su espalda y no me deje estampado contra una rama a mitad de camino; sin embargo antes de acabar mis oraciones llegamos a nuestro destino.           Estamos en la cima de una pequeña montaña de la denominada sierra del Candan y al fondo en un pequeño valle se pueden ver los restos de dos o tres casas; debe de ser la pequeña aldea abandonada a la que se refería mi montura, pero más que pequeña es minúscula y está totalmente rodeada por montañas. Es una jodida ratonera y dentro se encuentra el ratón más grande del mundo. Con dificultad, debido a la lluvia, lo veo moverse a lo lejos, entre las sombras de las pocas paredes que quedan en pie. Sabe que está rodeado.
- Es curioso que todo vaya a finalizar aquí.- me dice el señor Breogan, con una voz gutural, ahora está en una forma intermedia, un autentico hombre lobo.
- ¿Por qué lo dice?
- Ahí abajo, en Grovas, fue donde se iniciaron las leyendas del lobisome gallego. Hace más de siglo y medio esa pequeña y aislada aldea empezó a sufrir los ataques de un animal salvaje que mataba el ganado. Los perros de la zona huyeron de un día para otro, luego empezaron las desapariciones. Gente que salía a por leña o a por agua y no regresaba. Y además estaban los zarpazos en las puertas de las casas y en las paredes de piedra, como si algún animal intentara entrar. Comenzaron los rumores e incluso hubo quién aseguró haber visto al lobisome. Y, de pronto, igual que empezó, acabó todo. Pero ya dio igual, la aldea empezó a tener fama de maldita, de embrujada, y la gente acabó yéndose de allí.
- ¿Cómo pudo acabar de pronto? ¿Qué ocurrió realmente?- Pregunto, imaginando ya la respuesta.
- Ocurrimos nosotros. Al igual que ahora, perseguimos al monstruo y acabamos con  ella.
- ¿Lo conocían? ¿Era alguien del clan?
- Mi hermana pequeña.- Se me hace un nudo en el estomago al ver la expresión de dolor en su rostro al pronunciar las palabras.- Se volvió loca por completo; ya había matado a media docena de personas cuando por fin acabamos con ella.
- Lo lamento mucho.
- ¿Por qué? Era lo que había que hacer.
- Ya, pero su hermana peque…un momento, ¿su hermana?; cómo es eso posible, si usted es normal, quiero decir, normal para lo que son ustedes.
-Mejor no quiera saberlo, todo el clan sufrió mucho por aquello.
- De acuerdo. Otra cosa, antes de continuar; eso ocurrió hace mas de cien años según usted mismo me ha contado, así que dígame ¿qué edad tiene usted?
- Ciento ochenta y cinco años. Los cambia formas somos muy longevos. Mi padre, Leukón, está cercano a los trescientos años.
- Asombroso.
            El hombre lobo sonríe, bueno, abre la boca enseñando los dientes en algo que remotamente podría parecer una sonrisa.
            De pronto, de entre los arbustos que hay a mi derecha surge otro hombre lobo, idéntico al que tengo a mi lado, pero no tan corpulento. Habla con la misma voz gutural que el señor Breogan.
- Señor Plata. Padre.- Saluda, mirándome con extrañeza- Lo tenemos rodeado, no tiene por donde huir. Padre, ¿qué hace el aquí?- Dice señalándome con un gesto de la cabeza.- Esto es asunto nuestro.
- Déjate de tonterías. Esto es mucho más grave de lo que imaginas, Iñigo, y el señor Plata ha sido enviado para ayudarnos; así que no rechazaremos su ayuda.  
- No, no, no se confunda. Yo recibí el encargo de averiguar que le ocurrió al difunto señor Fontán y eso he estado haciendo. Nadie me dijo nada de ayudar a matar a un hombre lobo.
- Nadie te dijo nada porque no hacía falta. Creía que eras lo suficientemente inteligente para darte cuenta de que tu encargo no era solo descubrir que iba mal sino también arreglarlo. Vas a ayudarnos, pero no te preocupes, no correrás peligro.
- Rodeado de hombres lobo y atacando a otro de vuestra especie que además se sabe acorralado. Explíqueme mejor eso de que no voy a correr peligro.
- El colgante.
- ¿Qué?
- Tu colgante- dice el enorme hombre lobo que es ahora Arturo Breogan echando mano al colgante que me envió el señor J.- Es un amuleto protector; nos representa a nosotros y está forjado en plata. Esa bestia no podrá atacarte aunque quiera, y vamos a aprovecharnos de eso.
- Explíquese.
- Sabe que vamos a bajar a por él y está preparado para eso, no podemos sorprenderle. Aunque la situación del terreno le es desfavorable en su actual estado es mucho más fuerte que nosotros, si atacamos directamente nos arriesgamos a sufrir varias bajas antes de poder acabar con él. Lo que haremos será bajar lentamente, dejando que nos vea, cuando se dé cuenta de que vienes con nosotros te atacará para intentar huir, pero cuando compruebe que no puede eso lo distraerá durante unos segundos que nosotros aprovecharemos para caerle encima y acabar con él.
- No me gusta nada su plan. Joder, voy a ser un puto señuelo. Soy el cebo de la trampa, y al cebo siempre se lo comen.
- Tranquilo, te repito que el amuleto te protege; no podrá atacarte por mucho que quiera.
- Ya, ya. ¿Y eso él lo sabe?
- No hace falta que lo sepa.
- ¿Sabe una cosa? No me está ayudando nada a tranquilizarme. Me siento como una oveja atada a un palo que ve venir al lobo, nunca mejor dicho.
- Mira, si te sientes más seguro te recuerdo que llevas un arma.
- Sí, claro, como si fuera a servir de mucho. La munición no es de plata.
-¿Y? ¿No creerá usted en esas tonterías de que solo se nos puede matar con balas de plata?
- Pues…
- Es mentira. Forma parte de las leyendas. Se nos puede matar con una bala normal, pero bien dirigida. O con un arma blanca muy afilada. Debes tener en cuenta que nuestras heridas cicatrizan muy rápidamente; si no lo matas del primer disparo lo cabrearas mucho.
- Vale, eso si que me tranquiliza, muchas gracias.
- No te preocupes, no creo que llegues a utilizarla.  Muy bien, escucha, tu bajaras por aquí, tienes el viento a favor, así le será más difícil oler el colgante. El resto de la familia bajaran rodeándole, dejándose ver, y yo iré detrás tuya oculto, procurando que no me huela. Cuando llegue el momento intentaré ser yo el que se ocupe.
- ¿Cómo que lo intentará?
- Van a ser momentos de mucho barullo y confusión, nunca se sabe con certeza lo que puede pasar.
- De verdad, déjelo, no siga intentando tranquilizarme. No funciona.
- Bien, veo que por lo menos el sentido del humor no lo ha perdido. Eso es buena señal. Adelante, no lo retrasemos más.
            Nos ponemos en marcha. Mientras inicio el descenso veo como el clan ha cambiado de nuevo a forma lobuna y bajan al descubierto, para que el otro pueda verlos perfectamente. Me giro para comprobar que don Arturo viene detrás mío, pero no consigo verle, los arbustos son cada vez más altos y junto con la lluvia limitan mucho la visibilidad. Continúo bajando despacio y mientras me interno en una zona boscosa observo como los lobos han emprendido un ligero trote en el descenso; de pronto me encuentro entre sombras, el cielo cubierto por las copas de los árboles, robles y castaños principalmente, como en toda esta tierra; me detengo un momento mientras mis ojos se acostumbran a la penumbra repentina. De pronto oigo un ruido procedente del fondo del bosque, algo mas abajo, ramas partiéndose y saltando por los aires. Ya viene. Desenfundo mi arma y me preparo. Pero entonces oigo algo que no esperaba oír en este momento: disparos. Varias detonaciones a lo lejos seguidas de aullidos y gruñidos cercanos. Ese momento de distracción ha sido muy inoportuno porque cuando me recupero del sobresalto tengo al lobo ante mí.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Os Lobos de Montes. capitulo 10

X

            Continuamos nuestro paseo por un por un pequeño sendero que se interna en el bosque que hay tras la casa, llevamos varios minutos en silencio y estoy empezando a ponerme nervioso; estoy pensando en dar la vuelta y largarme cuando Arturo comienza a hablar.
- Mira, no se bien por donde empezar, hay mucho que contar y tenemos poco tiempo. Lo primero que debes saber es que no somos victimas de una maldición, ni de una enfermedad. Somos lo que somos por herencia. La capacidad de transformarnos es un rasgo genético presente en nuestras células; y es de carácter dominante, muy dominante, lo heredan todos los descendientes, ya sean machos o hembras. ¿De momento me sigue?
- Sí, creo que sí. Me está diciendo que es un rasgo hereditario, como el color del pelo o de los ojos, pero en su caso lo adquieren todos los descendientes.
- Correcto.
- Pero eso va en contraposición a las leyes de la  diversidad genética; el único modo de conseguir ese rasgo dominante en el cien por cien de los casos es el apareamiento entre miembros de la misma familia.- Miro desconcertado al jefe del clan y, por su expresión, descubro que he dado en el clavo.- ¡Oh, por favor!
- No te escandalices por esta tontería. Debes tener en cuenta una cosa, no somos humanos. Nuestro código genético no es como el vuestro. En muchos aspectos somos más parecidos a los animales. Lobos, leones, muchos grandes mamíferos se aparean entre miembros de la misma familia y no ocurre nada. Lo hacen para conservar fuertes los rasgos genéticos que les dan ventaja sobre sus rivales. Pues nosotros hacemos lo mismo. Habrás observado que mi hijo mayor y su esposa son muy parecidos.- No me puedo creer lo que me esta insinuando.
- Sí, pero también es cierto que los mamiferos de los que habla se aparean con miembros de otras manadas para evitar, a la larga, un deterioro genético en la manada.
- También nosotros lo hacemos. Nos relacionamos con otros clanes para mantener nuestra sangre fuerte. Mis hijas y mi hijo Tristán, sus parejas pertenecen a otros clanes. Pero el primogénito debe mantener el linaje original; ha sido así desde el principio. 
- Un momento, ¿otros clanes?
- Por supuesto. No creerías que éramos los únicos cambiapieles del mundo. Sin ir más lejos, aquí en la península convivimos tres clanes. Y hay muchos más en el resto del mundo.
- Me estoy perdiendo. ¿Por qué se ha llamado cambiapieles? ¿No son licantropos?
- Sí y no. Veras, nos transformamos en lobos, pero también podríamos transformarnos en otros animales. Es la adaptabilidad de nuestro don al entorno.
- No acabo de entenderlo.
- Mira nosotros estamos asentados desde hace muchas generaciones en el norte de la península y  somos lobos, otro de los clanes vive habitualmente en la región de Doñana y son linces El otro vive por lo general en la región de los Pirineos y suelen ser osos.
- Venga ya. Eso no es posible.
- ¿Seguro? Nos has visto, has visto lo que hacemos y sin embargo no crees que podamos ser linces u osos. Pues deberías ver a nuestros amigos africanos o a un antiguo clan esquimal que vive en Alaska.
            Esto cada vez es más surrealista, me cuesta creer lo que me está contando. Clanes de hombres lobo o lince…o lo que sea, viviendo por todo el mundo, desde Dios sabe cuando. Y nadie parece saberlo. ¿Cómo es posible?  Las preguntas se amontonan en mi cabeza.
- Dice que su clan lleva aquí muchas generaciones.
- Sí. Antiguamente aquí había un castro celta, lo fundaron nuestros antepasados y fue el hogar de mi familia durante siglos.
- Pero, ¿Cuánto tiempo llevan existiendo los cambiapieles? ¿Y por qué nadie sabe nada?
- Llevamos sobre la faz de la tierra tanto tiempo como el hombre. Nuestras leyendas más antiguas cuentan que fuimos creados tras la expulsión de Adán y Eva del paraíso con el fin de protegerles a ellos y a sus descendientes de los males que acechan en la oscuridad. Por eso somos más poderosos de noche y podemos cambiar de forma a voluntad. Los celtas nos llamaban Guerreros de la Luna.
- Entonces conocían de su existencia.
- Sí. El pueblo celta nos respetaba y nos consideraba aliados. Eran un pueblo que veneraba a los dioses de la tierra y creían que nosotros habíamos sido enviados por ellos para luchar contra los demonios que la corrompen.
- Pero ¿cómo es posible que nadie sepa nada sobre su existencia?
- Porque cada vez somos menos. Aunque somos mucho más longevos que vosotros, nuestra tasa de mortalidad también es mucho más alta. Estamos en una batalla continua contra la oscuridad que quiere consumir la tierra. Además, sí hay gente que nos conoce. Su señor Jericó ha sido nuestro aliado desde hace más tiempo del que puedo recordar y, sin ir mas lejos, la vieja Basilia también sabe la verdad hace mucho tiempo.
- ¡Ah, sí! La vieja. Oiga, ¿de verdad es…?
- ¿Bruja? Sí. Y muy poderosa. No te dejes engañar por esa mascara de vieja loca que le gusta usar. Conoce muchos secretos antiguos y olvidados. Hechizos prohibidos y pociones perdidas. Lleva aquí casi tanto tiempo como nosotros. Procura no enfadarla.
- Bueno, bueno, nos estamos desviando del  tema. Creo que ya es hora de que me cuente quién es el responsable de todas estas muertes.
- Mi nieto Clutos.- dice mientras se le ensombrece el rostro. El dolor que siente es casi palpable. Procuro mantener la calma, necesito que me explique la razón de todo esto.- Mira, debes entender que lo que comente antes tiene mucho que ver en todo este lío.
- ¿A qué se refiere?
- A nuestro don. Es un rasgo genético, pero deben aportarlo ambos progenitores; en caso contrario somos incapaces de controlarlo y nos volvemos locos, nuestra conciencia se ve ahogada por el instinto animal primigenio. Es lo que le ha ocurrido a mi nieto.
- ¿Y como es que no se han dado cuenta antes?
- Porque la primera transformación tiene lugar al llegar a la pubertad debido al aumento de producción hormonal. En el caso de mi nieto, pensábamos que aún no había tenido lugar y cuando descubrimos la verdad ya era tarde, había escapado y comenzaron las muertes.
- ¿Pero como pudieron no darse cuenta? Es absurdo, ¿no lo vieron?, ¿no lo olieron?, ¿algo?
- Lamentablemente no. En parte la culpa es nuestra, debimos haber hecho algo hace mucho tiempo, pero no fuimos capaces. Veras, a mi hija pequeña, Elvia, la violaron hace doce años; era joven y no supo defenderse. Nosotros nos ocupamos debidamente de su violador, pero por desgracia ella nunca se ha recuperado del todo. Nos daba pena y por eso no hicimos lo que debimos en su momento.- No quiero oír lo que está a punto de decirme- Nuestra obligación era matar al mestizo, sabíamos lo que pasaría si no lo hacíamos, que no controlaría el cambio y el instinto cazador lo volvería loco. El problema está en que ahora ella le está ayudando.- Joder, me acaba de contar que toda esta carnicería, esta cadena de muertes sinsentido son obra de un crío de doce años; me estremezco al pensar en lo que será capaz de hacer un adulto. Pero ahora tengo cosas más importantes en las que pensar.
- ¿Dice que le está ayudando a matar?
- No, ella intentaba evitar que matase a nadie- finalmente se resuelve la duda de la presencia del segundo lobo- pero ocultaba su rastro continuamente para que no pudiéramos dar con ellos. Sin embargo ahora tenemos una pequeña oportunidad; la han herido, así que ahora tiene mucho más difícil ocultarse de nosotros. Olimos su sangre antes de que usted nos trajese la noticia. Ese es también el motivo de que el clan se haya dividido en varios grupos. Mis hijas están buscando a su hermana antes de que sea demasiado tarde y muera desangrada. Espero que…
            En ese momento se oye un aullido agudo, prolongado, lejano que viene de la zona del norte; es seguido de otro que proviene casi de nuestra espalda, diría que del sureste, este es mas grave y mucho mas corto.
- Bien, los han encontrado a los dos. Mi hija huyó hacia el suroeste dejando un rastro claro para que la siguiéramos mientras mi nieto corría en dirección contraria. Pero lo tienen acorralado en una pequeña aldea abandonada cerca de aquí. Vamos. Démonos prisa, está a punto de empezar a llover.
- ¿Cómo sabe todo eso?
- Me lo acaban de contar, ¿no has oído los aullidos?
- ¿Los ha entendido?
- Pues claro. ¿Cómo crees que nos comunicamos cuando cambiamos? Venga, vamos, no perdamos más tiempo.
- ¿Adonde vamos?
- A acabar con esto de una vez. Vamos a matar a mi nieto.

martes, 8 de noviembre de 2011

Os Lobos de Montes. Capitulo 9

IX

            Delante de la casa hay un grupo de gente reunida, escuchando las noticias que les trae el muchacho, Cesaro. Hombres, mujeres y niños escuchan con atención. Cuando acaba de hablar, un hombretón enorme, de unos sesenta años, alto y fibroso como un roble, con una gran melena gris toda alborotada, al igual que la barba empieza a repartir órdenes y todos se ponen en marcha a la carrera. Entonces me ven. Se quedan quietos, como paralizados y retroceden despacio hacia la casa. El hombretón se adelanta y viene hacia mí. Parece preocupado.
- Buenos días señor…Plata. Ha elegido un nombre curioso. Le estábamos esperando, aunque me temo que las noticias que nos ha traído no son nada buenas.- Me estrecha la mano con tanta fuerza que creo que me la ha roto.
- Buenos días.
- Perdone, no me he presentado. Soy Arturo Breogan y esta es mi familia.- me dice mientras hace un gesto con el brazo hacia los demás. Cuento trece adultos y cinco niños de distintas edades.- Esa mocetona de ahí es mi mujer Moira- la “mocetona” en cuestión es una pelirroja de edad indefinida, una madurita interesante, de mirada sensual y cuerpo de monitora de fitness.- Creo que a mi padre ya lo conoce- continua, girándose hacia el  extraño anciano de ayer- se llama Leukón y los que están a su lado son Iñigo, mi hijo mayor, y Elba- el hijo es una versión más joven del padre, mismo cuerpo, mismo rostro e idéntica melena, algo más oscura y no tan desordenada, también lleva la barba más cuidada; en cuanto a la mujer, decir que es impresionante es quedarse corto. Es alta, muy alta, y ancha de espaldas; lleva una falda larga hasta los tobillos con una abertura lateral desde el muslo y un chaleco abierto por encima de una camisola blanca con las mangas remangadas que dejan entrever unos brazos muy musculosos; la larga melena pelirroja la lleva recogida en una trenza que le llega hasta la cintura. El señor Breogan prosigue con las presentaciones- Aquel es mi hijo pequeño Tristán y detrás está su mujer Kara- El joven pelirrojo tendrá unos treinta años y es algo más delgado que su hermano mayor, pero no mucho. Tras el hay una pequeña mujercita rubia de pechos generosos y anchas caderas que sostiene en brazos a una niña pequeña.- La pequeñaja es Mabel, la más jovencita de todos mis nietos. Y estas de aquí son mis hijas Nicer y Alda con sus maridos Brais y Caro. Las dos mujeres son versiones jóvenes de la madre, altas, pelirrojas y muy sensuales. En cuanto a los hombres, los dos parecen cortados por el mismo patrón, fuertes, estatura media, pelo negro muy corto y ojos de un azul intenso; parecen hermanos.
- Y ya por último- prosigue el señor Breogan tras una breve pausa- le presento a mis nietos. El mayor, Arturo, y su hermana Nunn, luego están Ginebra, Cinnia, Mabel, creo que ya conoce a Cesaro- señala con la mano al muchacho que me ha traído aquí- y esos jovencitos son sus hermanos Lubbo y Moira. Tendrá que disculpar a mi hija Elvia y a mi nieto Clutos pero están ausentes- mientras dice esto sus ojos se ensombrecen y me fijo en que los demás bajan la mirada.    
            Tras las presentaciones tengo una pregunta rondando la cabeza, empiezo a tener una ligera sospecha de a qué podría referirse y no me gusta nada la idea.
- Encantado de conocerles, tiene usted una gran familia señor Breogan, pero dígame ¿Por qué me ha comentado antes que las noticias que traía no eran buenas? Debería por lo menos suponer un alivio saber que han herido a uno de los lobos.
- Al contrario, amigo mío. Y llámame Arturo, por aquí nadie me llama señor. Pero creo que para que lo entiendas bien, primero debemos mostrarte otra cosa. Debes conocer la verdad, de lo contrario no creo que puedas ayudarnos.
- ¿Ayudarles a qué?- Estoy desconcertado, no entiendo a donde quiere llegar.
- Luego. Ahora observa; Arturo, haz el favor.- Dice dirigiéndose a su nieto, mientras le hace un gesto con la mano.
            El muchacho se acerca a nosotros mientras se despoja de la camiseta y, a continuación, de los pantalones. Se queda desnudo delante nuestro y entonces empiezan las convulsiones. Y mientras se confirman mis sospechas tiene lugar el cambio; le crece pelo por todo el cuerpo, sus manos se transforman en garras, su boca se ensancha y se estira transformándose en un enorme hocico mientras sus orejas se desplazan hacia arriba y se van volviendo puntiagudas, todo ello mientras aumenta considerablemente de tamaño. Cuando termina tengo ante mí a otro enorme lobo, este con el pelaje rojizo, pero el mismo aspecto amenazador que los otros que he visto hasta el momento. De repente se levanta y se pone a dos patas, solo que no son patas, son piernas; es un hombre lobo, un lobisome. Sin pensarlo un instante hecho mano a mi arma, pero antes siquiera de poder apuntar tengo las fauces del animal a escasos centímetros de mi cara y un gruñido sordo sube por su garganta.   
 - ¡Arturo, basta! No lo asustes más. Debes disculparlo, señor Plata, pero comprende que no nos gusta que nos apunten con un arma.
            El lobisome da un paso atrás y, sin quitarme un ojo de encima, se transforma en lobo y se sienta tranquilamente delante de mí.
- Entonces son ustedes. Han sido ustedes desde el principio. Todo el mundo confiando en que ustedes darían caza a los lobos, y eran ustedes. Malditos sean. Tendría que acabar con todos ahora mismo.
- Si te tranquilizas un poco, trataré de explicarte el asunto; a fin de cuentas por eso estás aquí. De entrada déjame que te asegure que estás entre amigos, no tenemos intención de hacerte el menor daño.
- ¿No? ¡Y, claro, tampoco tenían intención de hacerle daño al señor Fontan, o al ingeniero, Quintero, o a los verdes que han atacado esta noche mientras dormían! ¡Son unos asesinos! Y no se atreva a negarlo.- Lo que estoy haciendo es una locura, gritándole así, pero ya no puedo contener por más tiempo toda la frustración y la rabia. Aprieto los puños y por un instante estoy tentado de plantarle un gancho en los morros, pero un gruñido a la altura de mis pelotas me hace cambiar de idea.     
- Cálmate, por favor. Has venido a investigar lo que ocurre aquí a petición del señor Jericó, ¿me equivoco?
- ¿Cómo sabe usted eso?- Esto es de locos, ¿de que conocen al señor J?
- Bueno, para empezar ese colgante que llevas, la mascara del lobisome, tiene su olor y es típico en él utilizar este tipo de truquitos. Y también es típico de él mandar a sus ayudantes a la boca del lobo, y perdona por la broma, sin darles ninguna información acerca de lo que se van a encontrar. Le gusta que aprendan a desenvolverse por sí mismos. Verás, nosotros también somos asociados del señor Jericó, por así decirlo. Es un viejo conocido de la familia.
- Mierda. Pero ustedes son…
- Sí, lo somos. Todos nosotros.
- Y no fueron los que…?
- No, ninguno de los que estamos aquí. Pero ese es el problema. Es uno de los nuestros, por eso vamos a necesitar tu ayuda.
- No le comprendo.
- Acompáñame, señor Plata. Demos un paseo mientras te lo explico todo.- Me agarra con suavidad del brazo y nos dirigimos al bosquecillo que hay tras la casa. Cuando estamos frente a la entrada se detiene.
- Discúlpame un momento.- Se gira un momento mirando al resto de la familia hace un ligero asentimiento con la cabeza y entonces todos se ponen en movimiento al unísono. El viejo, Leukon, guía a los niños al interior de la casa y, una vez dentro, cierra la puerta. Mientras tanto los adultos se desnudan, guardan sus ropas en unas pequeñas mochilas y las cargan sobre sus espaldas mientras se transforman y entonces salen corriendo, se dividen en grupos de tres y se separan.
- ¿Adonde van? ¿Qué ocurre?- No me gusta nada lo que acabo de ver, divididos en grupos pueden causar aun más daño.
- No te preocupes amigo, salen a cazar.
- ¿Cómo?
- Mira, van a localizar el rastro del asesino, luego lo perseguirán e intentaran acabar con él. No te preocupes, no tienen intención de hacer daño a nadie.
- Pero, pero, los aldeanos si podrían hacerles daño a ellos si los ven.
- Tú lo has dicho. Si los ven. Tenemos un olfato muy fino, podemos oleros a kilómetros de distancia, sería muy difícil que pudieran acercarse lo suficiente como para ver a alguno de nosotros. Además somos rápidos, mi hijo Iñigo y su grupo ya están rastreando la zona de la matanza de esta noche en La Madalena y Tristán y Brais están llegando a Folgoso para seguir el rastro que encontramos ayer.
- Increíble. ¿Pero como lo sabe?
- Porque los huelo. Además, cuando nos transformamos tenemos una especie de conexión animal entre nosotros.
- ¿Conexión animal?
- Bueno, no se como explicarlo; es como si nuestros espíritus pudieran unirse, así podemos saber donde están y que hacen los otros miembros del clan.